sábado, 5 de junio de 2010
¿Por qué me metí al porno?
Ron Jeremy, el gran Gurú cuenta que un actor porno suele ganar entre 300 y 400 dólares por escena pero hay incluso machines que lo hacen gratis. Las mujeres en cambio pueden llegar a ganar hasta 250 mil dólares por año lo cual explica que muchas de ellas lo miren como una atractiva fuente de empleo
El domingo 16 de mayo Rima Fakih, trigueña de 24 años derrotó a cuatro rubias y a otras 46 mujeres para obtener el título Miss Estados Unidos. Horas después de su coronación, circularon fotos de esta Miss Michigan al lado de un tubo por lo que se especuló sobre un pasado teibolero que muy pronto la dama se encargó de desmentir. Sin embargo, la duda ya esta sembrada y el daño hecho.
Y es que cada que una “honorable” dama de sociedad prueba suerte, ya no digamos en el tubo, sino en la industria porno, provoca una revolución en las “buenas” conciencias incapaces de aceptar tan bruscos cambios de giro. A cuarenta años de que Dinamarca se convirtiera en el primer país en legalizar la pornografía hardcore, la sociedad occidental mantiene una relación paradójica y plagada de prejuicios con el porno que fascina y perturba al mismo tiempo. Los actores de la industria son héroes anónimos, envidia del aburrido empleados nine to five, y las chicas simples pécoras sin rumbo.
Por ese mismo injusto confinamiento a donde ha sido enviado, es que el porno se nutre de talento a través de muchas fuentes entre las que, por desgracia, no se hallan los concursos de belleza con sus absurdos códigos de ética, que censuran cualquier comportamiento dudoso de sus participantes. En ese sentido se entiende lo explosivo que resultó el anuncio de Irene López —española ganadora de Miss Ourense y participante en el miss España celebrado en Cancún el año pasado—, quien a sus 28 años renunció a su corona para convertirse, junto a su novio cubano, en una de las parejas más reclamadas por cine XXX de su país. López acepta que el amor por su chico, la necesidad económica de ambos, y el odio que engendró por la hipocresía con que se manejan los concursos de belleza, la llevaron a tomar la decisión.
Vade retro
Aunque los tiempos han cambiado, en sus orígenes los actores sabían que trabajar en la industria, prácticamente los imposibilitaba para triunfar en otras ramas del saber humano. Sólo el azar podía lograr el milagrito tal y cómo le sucedió a Andrea True Connection, quien con más de 50 películas porno en su haber, acepto viajar a Jamaica a grabar un comercial para una agencia inmobiliaria.
Tras de acabar con la chamba, inició una revuelta en la isla y la dama no pudo no salir con la lana devengada ya que las leyes de aquél país no lo permitían. Obligada a invertir su billete, contactó al productor Gregg Diamond quien le grabó una melodía pegajosa llamada “More, More, More” a ritmo discoteque que resultó un rotundo éxito en todos los clubs. Aunque dejó el porno y lo intentó en la música, Andrea no volvió a tener otro hit. Ahora vive en Florida y trabaja como consejera en la rehabilitación de drogadictos y alcohólicos, además de que es una tarotista prestigiada y de seguro de vez en cuando recibe unas cuantas regalías por “More, more, more”.
Otro gran brinco fue el dado por la romana Moana Pozzi, quien inició como modelo, actriz y socialité en la capital italiana. Merced a sus atributos muy pronto se haría amante de magnates, como el ex premier Bettino Craxi, de cuyas influencias se valió la Pozzi para que la nombraran conductora de un programa infantil. Pero, emprendedora como era, en 1981 aceptó participar en la cinta porno Valentina, ragazza in calore, y ya podrán ustedes imaginar lo que sucedió. Echada de la TV, censurada por su proceder, con Ilona Staller, la Cicciolina, formó frente común y una pareja artística sin precedentes en el cine adulto, al grado de contar con su propio dibujo animado. Por desgracia, y luego de perder una postulación al congreso italiano en 1992, enfermaría de gravedad y fallecería de cáncer de hígado (según el reporte de las autoridades). Apenas tenía 33 años y mucho millones de liras que dejó como herencia.
Un caso tierno y relevante es el de la norteamericana Dani Woodward la cual obtuvo su título de auxiliar médico, oficio que en realidad nunca la excitó tanto como su ingreso en el 2003 a la pornoindustria. Hace un año anunció su retiro luego de un sexenio exitoso merced a su cuerpo delgado y cara angelical. En Japón muchos celebraron el cambio de razón social de María Takagi, exitosa cantante pop a la que la empresa Max le ofreció un contrato millonario, multianual y multianal, que la convirtió en la actriz porno que más gana en aquella nación.
“Cuando empecé en la industria, hacía millones para otra gente. Ahora los hago para mí”, relata Tera Patrick, otra ex enfermera que ahora es la presidenta, propietaria y estrella principal de Teravision, una empresa con valor de más de 30 millones de dólares que produce un promedio de 15 pelis porno anualmente. Situación más atractiva que cambiar pañales a los pacientes de un hospital. Uno más de los recientes y enigmáticos casos es el de la modelo Briana que en la temporada 2008-2009 formó parte de las “A Town Dancers”, cuerpo de baile de los Halcones de Atlanta en la NBA, pero que esta campaña ha decidido cambiar su nombre profesional por el de Brandy Blair en su nueva encomienda como actriz porno. “Siempre he tenido una mentalidad muy abierta y ha sido una experiencia muy liberadora”, explicó la bella Brandy tras de su debut en la cinta Hole in one, en donde la presumen así: “She has a tight little body, fat jiggly ass and perky soft tits”.
Una arrepentida más es Alexis Texas, torpe camarera que un día vio el furor que causaba su cuerpo y decidió que eso la iba a enriquecer. “No hay muchas chicas con un pedazo de culo como el mío, de eso me di rápidamente cuenta y pensé: qué más da, ese culazo sería mi fuente de ingresos y mi futuro”.
¿Quién puede reclamarles a todas ellas que buscaran fama y fortuna inmediata, en lugar de seguir con una vida aburrida y carente de recompensas? ¿No está construido de esta forma el sistema capitalista? Ni como censurarlas.
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